Editorial


La vida académica de los impulsores de la actividad universitaria siempre es una ventana abierta a la sorpresa, a un largo y ancho camino que se perfila completo al voltear la mirada. La figura de María Teresa Gutiérrez de MacGregor (1927-2017) corresponde a una época llena de desafíos y vicisitudes en la construcción de una geografía mexicana de altos vuelos, del cambio de escalas en el análisis y su consolidación, esto es motivo de atención en este editorial de Investigaciones Geográficas.

Ella, al lado de sus compañeros de la Facultad de Filosofía y Letras, dio inicio a una carrera académica con los estudios de maestría (1945-1947) y los de posgrado en la UNAM (1947-1948). Más adelante se presentó la apertura de un nuevo horizonte. Con el viaje a París y a Londres dejaba atrás las clases de meteorología y la práctica del laboratorio, y la de lexicología geográfica para dar paso a un giro decisivo en su formación académica. El París que vivió Gutiérrez de MacGregor era estimulante y, a la vez, escenario de las protestas, de mayo y junio de 1968, de estudiantes, obreros y el Partido Comunista Francés ante la crisis económica y el deterioro del modelo capitalista. El Institut de Géographie de la Université de Paris (Sorbonne), donde ella preparaba el doctorado entre 1967 a 1969, era un espacio abierto y de intenso debate sobre el lugar de la geografía, los métodos, el uso de las estadísticas del gobierno francés y las nuevas tecnologías como las computadoras. Todo eso era especialmente atractivo para los jóvenes que buscaban nuevos temas para la tesis impulsados por profesores como Pierre George (1909-2006), Michel Rochefort (1919) o Jean Bastié (1927-2015). En este ambiente, Jacqueline Beaujeu-Garnier (1917-1995) tenía interés en los Estados Unidos y América Latina y, bajo su dirección, escribió una tesis con el método regional sobre la Picardía y sus estructuras de comercio de alimentos de autoservicio.

Al regresar a México, Gutiérrez de MacGregor contaba con una visión aplicada de la geografía, uno de sus trabajos centraba el análisis del sector industrial y la contaminación urbana en relación con la población y su localización en la cuenca de México. Estos temas prepararon su propuesta de la enseñanza de la geografía urbana (1967-1983) y la geografía de la población (1970-1983) en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dos áreas con escasa investigación y, en esos años, entre los mayores retos de las políticas del gobierno mexicano. Tales perspectivas impulsaron la profesionalización de la geografía mexicana, con el camino abierto para el análisis del crecimiento demográfico y urbano del país, su representación en una serie de mapas que sintetizaban los resultados de forma visual, todo esto sin perder de vista su lugar en el contexto latinoamericano, donde había problemas con similares características en el desarrollo de las ciudades y capitales de esta región.

Este impulso que dio a nuevas áreas de trabajo para la geografía mexicana van a marcar los años venideros en un estilo de trabajo que ella encabezó con múltiples investigaciones que distinguieron a la geografía universitaria y le daban una personalidad propia dentro de las áreas científicas de la Universidad. Su formación no era inadvertida para las autoridades y, al poco tiempo, fue nombrada directora del Instituto de Geografía para el periodo de 1971 a 1977 y, más adelante, nuevamente de 1983 a 1989. Desde la dirección dio pasos importantes, tanto para el crecimiento de la planta académica como en la gestión y el cambio a un nuevo edificio dentro de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM (Figura 1). De forma paralela, actuó como la jefa de la delegación mexicana en el XXII Congreso Internacional de Geografía, Montreal (1972), en el XXIV de Tokio (1980) y el XXVI de Sídney (1988). Tal participación, en el seno de la Unión Geográfica Internacional, le valió su designación como vicepresidenta para Latinoamérica, de 1984 a1988 y de 1988 a 1992.

Figura 1

Vista del escritorio de María Teresa Gutiérrez de Mac-Gregor, en su cubículo del Departamento de Geografía Social del Instituto de Geografía, UNAM, era el espacio personal donde reflexionaba el devenir de la Universidad, la actualidad de la geografía mexicana, las ideas y los trabajos, así como el cambio generacional al interior de la dependencia, septiembre 2017.

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Alrededor de su figura, en esa época, se iniciaron y entregaron productos geográficos de largo aliento, tanto por la cantidad como la calidad de sus resultados. Además de los atlas de migración interna de México (1980 y 1990), con su apoyo e influencia se preparó y publicó en 1990 el Atlas Nacional de México y participó en uno nuevo en 2007. En conjunto, tales ediciones significaron la conversión de la geografía a una disciplina visual que otorgaba nuevos ángulos para la observación y análisis del país a escala nacional, un giro de escala que completaba la visión puntual o local, practicada hasta ese momento, a través de los artículos publicados en la revista Investigaciones Geográficas, editada por el propio Instituto.

A ella le tocó una “geografía de los tiempos difíciles”, por el desafío que representaba la apertura de nuevas áreas de pensamiento, de invención de cursos universitarios, de orientación de estudiantes y, a la vez, el trabajo delicado como funcionaria para apoyar e impulsar las ideas y proyectos de los grupos de trabajo dentro de la dependencia universitaria. A todo ello se entregó de una manera decidida y comprometida. El largo viaje de María Teresa en la geografía nos deja un legado de múltiples dimensiones y alcances históricos y culturales. Las inquietudes que tuvo por el estudio de los problemas de la ciudad, en el momento actual, representan un camino abierto y plenamente reconocido por una variedad de especialistas e instituciones mexicanas, dentro y fuera de la Universidad Nacional. El área se ha ampliado y profundizado, y se encuentra entre las de mayor vigor dentro de las ciencias sociales de México. Con el fallecimiento de María Teresa, en septiembre del año pasado, el Instituto de Geografía de la UNAM cierra un ciclo de vida académica y se afianza como una plataforma universitaria donde se construye el presente y se esboza el futuro.

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